QUÉ ES EL DCA
El Daño Cerebral Adquirido (DCA) es el resultado de una lesión súbita en el cerebro que produce diversas secuelas de carácter físico, psíquico y sensorial. Estas secuelas desarrollan anomalías en la percepción sensorial, alteraciones cognitivas y alteraciones del plano emocional.
CAUSAS
Las causas más comunes del DCA son los traumatismos craneoencefálicos (TCE), los accidentes cerebrovasculares (ACV o ictus), los tumores cerebrales, las anoxias cerebrales y las infecciones cerebrales.
Los ACV son también conocidos como ictus. Se tratan de cuadros clínicos generados por la interrupción, más o menos repentina, del flujo sanguíneo en una región del cerebro. Ello da lugar a una isquemia y una pérdida de la función de la que es responsable esa área del cerebro.
Los TCE están caracterizados por la absorción brusca de gran cantidad de energía cinética. La lesiones más habituales son las contusiones por golpe y contragolpe, las contusiones por el roce con las estructuras óseas de la base del cráneo y la lesión axonal difusa. Este conjunto de lesiones suele verse acompañado en las fases iniciales por la formación de importante edema cerebral y la consecuente pérdida de conciencia o “coma”. La profundidad de la pérdida de conciencia y la duración de la misma son dos de los marcadores principales para establecer la severidad del daño cerebral.
Un tumor cerebral es un grupo de células anormales que crece y se multiplican en el cerebro o alrededor de él. Los tumores pueden destruir directamente las células sanas del cerebro. También pueden dañarlas indirectamente por invadir otras partes del cerebro y causar inflamación, edema cerebral y presión dentro del cráneo. Los tumores cerebrales se clasifican según diferentes factores, como el lugar donde se encuentran o los tipos de células que involucran y pueden ser benignos o malignos, dependiendo de la rapidez de su crecimiento y de si logran resecarse o curarse mediante el tratamiento neuroquirúrgico (ASATE).
PROBLEMAS DERIVADOS
Las secuelas del Daño Cerebral Adquirido se pueden clasificar en cinco grupos:
Problemas en el nivel de alerta
Es habitual que tras haber sufrido un TCE o un ACV severo se produzca una pérdida de conciencia o coma. La severidad del coma se mide en todo el mundo con la “escala de coma de Glasgow”. Esta escala valora tres dimensiones de actividad, la capacidad que tiene el sujeto para mantener los ojos abiertos espontáneamente o ante un estímulo, la capacidad de mover un miembro a la orden o por estimulación del mismo y la capacidad para responder verbalmente. El grado de alerta puede variar desde una simple tendencia al sueño hasta una ausencia total de reacción a todo tipo de estímulos. En los casos graves el coma puede durar días o semanas.
En una minoría de los casos el “despertar” no se produce y la persona evoluciona a un estado en el que se distinguen las fases de sueño y vigilia, pero donde no observamos una capacidad de interacción, ni de conciencia del mundo que le rodea. Esa situación recibe el nombre de estado vegetativo. El mantenimiento de este estado durante al menos seis meses hace que las posibilidades de reversibilidad del mismo sean muy escasas; en esos casos se habla de un estado vegetativo permanente.
Problemas en la cognición y la comunicación
La cognición se refiere a las funciones psíquicas que nos permiten analizar lo que nos rodea. Gracias a ella aprendemos, reflexionamos y tomamos decisiones basadas en un razonamiento. La cognición es la atención, la concentración, la orientación, la memoria… y tiene muchos usos: desde algo sencillo como descifrar un mensaje hasta cosas más complejas como organizar un viaje con tus amigos.
Algunos problemas cognitivos son transitorios y reversibles, la amnesia postraumática que sigue al despertar de un coma. Otros pueden condicionar la autonomía de la persona de forma permanente. Por ejemplo, si afectan a la orientación espacial la persona afectada tendrá problemas para ubicarse: saber dónde está o hacia dónde se dirige. Esta situación puede coexistir con las funciones motoras, sensoriales y de comunicación intactas; lo que transmite una engañosa impresión de autonomía y de salud que no se corresponde con la realidad.
Es muy habitual también que las personas con DCA tengan una conciencia muy reducida de sus secuelas y de las implicaciones de las mismas, llegando a asegurar que están en perfecto estado. Esto genera tensiones en el círculo familiar; que trata de proteger a la persona afectada de iniciativas que pueden ser irresponsables dada la nueva situación. Volver a conducir o a trabajar son dos casos típicos de actividades que producen este conflicto.
Comunicación
La comunicación a través del lenguaje verbal o escrito se ve habitualmente afectada si se producen lesiones en el hemisferio dominante (por lo general, el izquierdo) Pueden surgir dificultades para comprender el lenguaje verbal (afasia de predominio sensitivo) o ser incapaz de leer (alexia) o tener dificultades para emitir un lenguaje comprensible para quienes le rodean (afasia de predominio motor)
Otras veces los problemas son más específicos y la persona no es capaz de nombrar objetos cotidianos (anomia) Los trastornos del lenguaje no suelen presentarse aislados, si no que lo hacen asociados. En algunos casos predominan los problemas de comprensión y en otros los de expresión.
Son muy habituales los trastornos de la articulación del habla, en los que la persona no es capaz de encontrar los puntos de articulación de los diferentes fonemas, por lo que la inteligibilidad de su discurso puede verse severamente afectada. Es lo que se llama disartria. Otras veces, es la emisión de la voz lo que genera problemas (disfonía) y la persona con DCA sólo logra producir un pequeño susurro para comunicarse.
Es importante destacar, que al igual que se pueden tener sólo problemas cognitivas, es posible tener tan sólo problemas de comunicación. Estos son más evidentes, pero es habitual que en personas con afasia sus habilidades cognitivas permanezcan intactas; sin embargo, se enfrentan a una gran incomprensión social.
Problemas de control motor
Las lesiones en las regiones frontales y parietales de los hemisferios cerebrales, así como las lesiones en el tronco cerebral, suelen provocar debilidad en la parte del cuerpo contraria a la del hemisferio cerebral lesionado. Así, son frecuentes las hemiplejias (parálisis de la mitad del cuerpo) y las hemiparesias (pérdida de fuerza y destreza en la mitad del cuerpo).
Problemas en las emociones y la personalidad
No es raro que, tras un traumatismo o un ictus, la persona afectada presente inestabilidad de las emociones, depresión o pérdida de control sobre la expresión del llanto o la risa. En casos de ictus es especialmente frecuente la aparición de un síndrome depresivo.
Dentro de los trastornos de personalidad destacan dos prototipos, el desinhibido y el apático. En el tipo desinhibido se observa una incapacidad para frenar los impulsos; la persona no es capaz de reservarse para si lo que piensa, es excesivamente familiar con los que le rodean, se comporta de modo invasivo y puede exhibir conductas socialmente inadecuadas. En las personas que presentan apatía domina la opuesto y en la falta de motivación, la indiferencia emocional y la tendencia a la más absoluta inactividad. La persona permanece callada y generalmente quieta mientras no se le estimula. Es consciente, pero indiferente a lo que le rodea. Habitualmente asociados a estos trastornos de la personalidad pueden aparecer problemas de conducta, tales como la agresividad, que hacen que la reintegración del paciente al entorno sociofamiliar se vea comprometida.
Problemas en las Actividades Básicas de la Vida Diaria
El concepto de actividades de la vida diaria no hace referencia a las funciones dependientes de una parte concreta del cerebro. Es el nombre con el que se agrupan las actividades más comunes que realizamos las personas diariamente. Se diferencian dos niveles de complejidad, las actividades básicas de la vida diaria y las actividades instrumentales. Dentro de las básicas se incluyen el aseo, el vestido, el control de esfínteres y los desplazamientos, por citar las más importantes. Las instrumentales hacen referencia al manejo de la persona en la comunidad; el uso del transporte público, los bancos, la realización de compras o gestiones administrativas, el desempeño laboral son algunos ejemplos.
La autonomía en las actividades de la vida diaria la conseguimos las personas mediante el concurso simultáneo de todas las capacidades que se han descrito con anterioridad: alerta, percepción, cognición, movilidad, etc. Se trata de un concepto esencial tanto en rehabilitación como en atención social ya que gran parte de los objetivos de los equipos de intervención se sitúan a este nivel. Es más importante progresar en independencia en la realización de las actividades de la vida diaria, que conseguir demostrar progresos en procesos muy concretos que pueden no verse acompañados de incrementos en la autonomía. Es por ello que gran parte de las medidas de resultado a utilizar en estos ámbitos asistenciales hayan de centrarse en cuestiones de funcionalidad, es decir, de desempeño de las actividades de la vida diaria.
Problemas en la recepción de información
Hacemos referencia aquí a los diversos canales por los que los humanos recibimos información. Se incluyen los canales sensoriales (vista, oído, equilibrio, olfato, gusto, propiocepción) y los sensitivos (tacto).
La capacidad visual puede estar afectada por lesión a nivel de la corteza cerebral parieto-occipital, en algún nivel de las vías de transmisión óptica o en las fibras nerviosas que controlan la motilidad de los ojos. Las lesiones de la corteza parieto-occipital trastorno del campo visual (hemi o cuadrantanopsia ) o trastorno de la convergencia visual (diplopía) En los trastornos del campo visual, el afectado pierde la capacidad de percibir estímulos visuales procedentes de la parte del espacio contralateral al hemisferio donde tiene localizada la lesión. Se denominan hemianopsias cuando es la mitad del campo visual la que se ve afectada. Cuando se afecta un cuadrante reciben el nombre de cuadrantanopsias, inferior o superior en función de la región afectada. En los problemas de convergencia el problema más común es la visión doble.
Es habitual en los TCE con lesiones localizadas en la región más ventral de los lóbulos frontales que pierdan el olfato, lo que se denomina hiposmia o anosmia en función del grado de severidad del síntoma. El olfato está íntimamente relacionado con la capacidad de percibir los sabores con lo que frecuentemente estas personas refieren que la comida carece de gusto (ageusia).
La audición se ve afectada fundamentalmente en los TCE con lesiones en la región temporal, especialmente aquellos que cursan con fractura de la escama del hueso temporal donde se aloja el órgano de Corti (oído interno) responsable último y principal del sentido del oído. El sentido del equilibrio depende en gran medida de estructuras íntimamente relacionadas con el oído interno, por lo que esas mismas lesiones pueden afectar a esa importante función.
El tacto permite notar que nos tocan o acarician, identifica el dolor, discrimina el calor o el frío e incluso permite percibir la forma de los objetos, su textura y consistencia. Está relacionada con la propiocepción o posibilidad de sentir las diferentes partes del cuerpo y su posición en el espacio. Las lesiones localizadas en la región parietal de los hemisferios cerebrales condicionan frecuentemente trastornos de la sensibilidad simple o elaborada de la región contralateral del cuerpo.